Nuestra primera parada es en Capafonts. El origen del topónimo de este pueblo en la abundancia de fuentes de que dispone, se han censado un total de 53. Estuvimos caminando por los alrededores pero no pudimos terminar la ruta porque el río llevaba mucha agua y no se podía cruzar. Dimos una vueltecita por el pueblo, callejuelas y fachada de la iglesia neoclásica de Sta Mª; y nos tomamos un café.
Desde allí fuimos a la Ermita de la Abellera.
Este santuario del siglo XVI, se construyó en el interior de una cueva, a 1000 metros de altitud y con la misma piedra rojiza que caracteriza al pueblo de Prades, por lo que queda perfectamente integrada en el entorno. Un dato curioso es que en 1484 en la ermita vivió Bernat Boïl, un fraile que acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje al continente americano.
Después nos fuimos a almorzar a la plaza Mayor de Prades. Pueblo conocido como la Villa Roja, por el color de la piedra de sus edificios. De orígenes medievales son su castillo, las murallas, la plaza (fuente renacentista de forma esférica y la iglesia de Sta Mª). Adosado a la iglesia y a las casas de la plaza se observa un gran arco que forma parte del Portal de la Cruz, uno de los elementos que queda de la entrada principal al recinto amurallado. En 2016 se creó el Parque Astronómico Montañas de Prades.
Tras la comida nos acercamos a La Mussara. Pueblo situado en las Montañas de Prades, cuyo origen se remonta a la Edad de Bronce, aunque el primer registro que se tiene del pueblo es de la ocupación musulmana. Es un lugar misterioso y fascinante, que ofrece una visión única del pasado. Quedó aislado por la escasez de agua, la falta de electricidad, teléfono o asistencia médica en condiciones, y se inició el proceso de despoblación. Están reconstruyendo la iglesia de San Salvador. Desde el Xalet de las Airasses hay unas magníficas vistas.
Ya de vuelta nos paramos en L'Aleixar. Hicimos la ruta que inspiró al pintor Joaquim Mir en sus paisajes. Este pueblo conserva en sus calles, edificios religiosos o masías la huella que han dejado casi 900 años de historia. De su patrimonio, destacan la iglesia de Sant Martí o la ermita de Sant Blai, pero también vale la pena pasear por las calles del centro histórico, que conservan su identidad de pueblo.
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